ALGUIEN COMO VOS. UN LUGAR PARA SENTIRNOS IDENTIFICADAS. PORQUE HAY TATUAJES QUE VAN MÁS ALLÁ DE LAS AGUJAS Y LA TINTA, QUE NO HACEN FALTA QUE SE VEAN EN LA PIEL PARA ESTAR MARCADA. TATUAJES EN LA MENTE, COMO MOMENTOS DE IMPACTO.

viernes, 6 de marzo de 2015

Zapatos.

Voy a contar esta historia como si no fuera mía.
Todo comenzó, mejor dicho, el desenlace ocurrió en una noche de julio en un bar. Todos disfrutando del buen rock nacional, las birras y los amigos. Parados, alguno que otro sentado, todos conocidos entre todos, pues no era una ciudad tan grande. Era de madrugada, cuando un pibe se le acerco a una chica. Una chica particular. Con la mirada triste, sin ánimos, y con su mente en otro lado como si sólo estuviera allí físicamente, seguramente presente ahí esa noche obligada por sus amigas; hasta que el comentario de ese chico hizo que se le perturbe su mirada perdida y ella por fin conecte sus cables a tierra.
- Vos sos la huerfana, no?

Ella sin hablar, lo miró fijo mientras dejaba el vaso de cerveza en la barra, y una vez que lo apoyó, caminó directo hacia la puerta y se fue. Sin mediar palabras, sin reaccionar agresivamente frente a ese idiota con esa pregunta hiriente, sólo le tiró esa mirada llena de vacío y se fue. Él se cagaba de risa junto a los amigos y las amigas de ella, después de unos segundos boquiabiertas y estupefactas, lo empujaron y putearon a todo su grupo seguido de ir tras ella. Pero ninguna de sus amigas la vio cuál camino tomar.

Al otro día, en plena cena, como si hubiese sido gracioso, le cuenta a su madre lo ocurrido.
- ... y la pibita se fue sin decirme nada, y las amigas me re putearon. Jajaja, lo que nos cagamos de risa con la banda!

La madre dejó que el inmoral de su hijo terminara de contar lo que había hecho para decirle:
- ¿Vos cómo te sentirías si tu padre, tu hermano y yo nos moriríamos en pleno trayecto de vacaciones y ser el único sobreviviente? ¿Sos consciente del peso de tus palabras y los golpes que podes dar con ellas? Me das vergüenza como hijo, yo no te crié así, no sé si será la junta pelotuda de tus amigos o si habrás estado pasado de copas como para hacer semejante idiotez.

La madre le siguió dando sus sermones, como toda persona madura, cosa que él le faltaba ser, pero en el primer instante en el que se puso a imaginar su vida sin su familia, el tiempo no tardó en invadirlo con intensa culpa. Se sentía tan basura.

Al día siguiente, antes de anochecer, el chico fue a la casa de la adolescente a pedirle su misero perdón. Pero nadie le atendió. ¡Y claro que no! Ella al quedarse sola, se mudó a la casa de sus abuelos paternos, pero él no lo sabía a eso.

Al volver al colegio una vez terminadas las vacaciones de invierno, el chico egresado, pues estaba en el último año de secundaria, sentía grandes ganas de ir a correr a pedirle perdón de rodillas a aquella chica un año menor, y darle un abrazo donde el vacío de ella pueda pasar a ser el de él, sentía tanta culpa de haberla hecho sentir mal con ese comentario que tenía la necesidad de quitarle ese dolor provocado por él mismo. Pero... nunca se acercó ni le dijo nada. Hasta una noche, cerca de las 20:00 hs, que vio en su lista de conectados que ella estaba en línea, no estaba ni enterado que la tenía agregada, entonces le habló, y como existía la posibilidad de que no le responda siquiera el "Hola", le mandó sin dar vueltas y fue al grano.
- Hola. Disculpa que te moleste, no sé si te acordás de mi pero necesito pedirte perdón personalmente. Fui una vez a tu casa pero no me atendió nadie. Puedo ir alguna vez? Por favor.

Al chico le había agarrado la peor mezcla en el estómago, más fuerte que ese fernet berreta que ya viene preparado. Era una mezcla de culpa, ansiedad y miedo. Pensaba que lo iba a putear como lo merecía y que nunca se podría disculpar como quería, pero para su sorpresa, no le contestó ninguna puteada. Ni siquiera un "hola", nada más ni nada menos que una dirección, y un horario para que vaya al otro día.


Eran las 18:30 hs y él estaba con el dedo en la tecla del timbre de la casa donde decía la dirección. Ella atendió, abrió la puerta, y seguía con la misma cara de siempre, la de todos sus días, un rostro inexpresivo y con ojos tristes.
- Hola...
Dijo él, sin acercarse a darle un beso en el cachete, era muy inapropiado hacer eso después de lo que ocurrió esa noche en el bar. Ella sólo lo miraba, y movió su cabeza como respondiendole el saludo. Dando pie a su discurso con la mirada baja, él empezó.
- Bueno... em... Me estuve sintiendo muy mal después de lo que te dije esa noche. Fui muy idiota, ni pensé. Tampoco sé por qué lo hice, viste que cuando uno toma hace pelotudeces...

Él levanto la cabeza, esperando que ella se riera, o algo. Pero nada. Su actitud se mantenía igual de intacta. Entonces continuó:
- Bueno, la verdad es que me siento re culpable todavía y creo que no hay nada para remediarlo pero te pido mi más sincera disculpa. Te pido perdón. Fui un completo idiota, perdón en serio. Perdón.

Mientras él se pasaba la mano por la nuca y buscaba la aprobación de su disculpa en sus ojos, ella sólo agachó su cabeza y la volvió a levantar como saludo japonés, simulando un insignificante "sí, todo bien" sin decirlo. Sus labios fruncidos eran una línea recta, sus ojos volvieron a enfocarse en los de él, que un poco sorprendido y aturdido del silencio de ella, le dijo:
"- Bueno, chau... solo quería que sepas que me di cuenta que estuve para el orto. Chau... y perdón" con el acto seguido de darse la vuelta e irse nuevamente a su casa, y ella cerrando la puerta. Sin emitir ni una palabra.



Al llegar a su casa, el chico le contó a su hermano lo que había hecho y su asombro por la respuesta de ella, que literalmente, no fue ninguna porque no habló en ningún momento. Entonces el hermano le contó que desde que sus padres murieron, no volvió a hablar, que prácticamente estaba muda desde el verano. El chico entendió por qué no le dijo nada y sólo le hizo dos gestos, el de "hola" y el supuesto "si, todo bien."
El hermano le dio sus consejos, que concluían en que, si bien pedirle perdón no le iba quitar el dolor a la chica ni retroceder el tiempo para retractarse de lo que le dijo esa noche en el bar; si al chico le disminuía la culpa pidiendole  perdón, entonces que le pida perdón todas las veces que crea necesarias.
El chico era muy orgulloso, pero le pareció bueno el consejo de su hermano, por lo que alrededor de tres o dos veces al mes, por tres meses, le pedió perdón por chat a la chica. Ella no le respondía nada nunca. La ultima vez, él le dio su número, seguido de:
- Sé que soy re denso, pero no dejo de sentirme culpable, también sé que no soy tu amigo pero si en algún momento necesitás a alguien, te juro que yo puedo ser uno. De alguna manera puedo sentir que remedio la cagada que hice. Así que nada, llamame si necesitas a alguien alguna vez...

Ella, como siempre, tampoco le contestó. Él ya sabia que no lo iba a hacer, ni contestarle ni llamarlo, pero con esos pequeños actos sentía que estaba haciendo algo bien, no le importaba que le clave el visto. Así fueron pasando los meses, él no volvió a mandarle desde esa vez que le paso el número, ni ella lo llamó.

Llegó el verano, y con él los días festivos. El chico, ya había terminado su paso por el colegio, por lo que era un motivo más para agarrarse el pedo de su vida en las fiestas. La chica, había pasado a su ultimo año, y para ella, ese era el único motivo por el cual celebrar y brindar en esas noches festivas, las primeras con lugares importantes pero vacíos en su mesa...
Pasaron las semanas, y en esos findes, ella sentía esas mínimas ganas de salir, ¿habrá sido porque se acercaban sus diecisiete? Quién sabe, pero sus amigas aprovechaban y salían juntas, la querían ver bien, no veían la hora de que volviera a aparecer su hermosa sonrisa en su rostro, o de escuchar su dulce voz. Ya se había cumplido un año sin que hablara, extrañaban tanto su risa siquiera. Sólo podían imaginarse su voz cuando respondía con monosílabos por el grupo de facebook o de whatsapp.

Recibió el día de su cumpleaños con los mimos de sus adorados abuelos y un riquísimo desayuno en la cama, la tarde con amigas, y por primera vez todos vieron su sonrisa en tanto tiempo. Pero seguía sin hablar... A la noche salió con sus amigas, justo había caído sábado. Era la primera vez después del accidente que tomaba más de dos vasos de un trago, no le gustaba ponerse en pedo, pero ella estaba bien, sólo se sentía mareada. A la salida, se fue en taxi, sola, y de tanta costumbre le dijo al taxista la dirección de su casa, de su antigua casa, no la de su abuelo. Estaba tan feliz, como si nunca hubiese pasado algún accidente, como si se volviera a encontrar a sus papás. Se paró enfrente de la puerta, y tocó timbre. Nunca se había sentido tan feliz. Esperaba que su papá la atienda. Y esperó... y nadie le atendió. Volvió a tocar. Y mientras miró al cielo, como si pensara "el viejo se estará poniendo las pantuflas", se dio cuenta que la luz de la vereda estaba apagada. Y como un baldazo de agua, hizo click en que esa casa ya no era su casa, que ya nadie vivía ahí, que sus padres... ya no existen. Se quebró en un llanto que nunca antes había llorado.

- No sé a quién llamar...
- Dónde estás?
- En mi casa... la de antes...

No caía en su llamada, pero ese pensamiento no le interrumpió la partida hacia su casa. Llegó en la moto, y la vio ahí sentada, en la puerta de su casa, sola y hundida entre sus brazos abrazando sus piernas. Lo miró, y se mordió los labios queriendo ahogar sus sollozos. Él se sentó a su lado y le pasó el brazo por encima mientras también le acariciaba el pelo. No sabía qué decirle ni qué hacer. Se limitó a seguir así hasta que ella pudiera decirle algo. 
Cuando al fin pudo secarse las lágrimas, mirar el cielo oscuro y estrellado mientras largaba un suspiro, puso sus ojos en él y luego los posó en el suelo...

- No sé por qué te llame. Creo que necesito un oído, descargarme un poco. Pero con alguien al que yo no le interese. Por eso no llamé a mis amigas, primero que todo que se iban a alegrar de escucharme hablar... yo... yo desde que pasó todo no tenía ganas ni de hablar...
- Sí, algo sé...
- Y aparte, se iban a preocupar mucho al verme llorar, e iban a empezar a decirme lo que dicen todos, eso de dejar de llorar porque ellos, mis viejos, no quisieran verme así, que tengo que seguir adelante por los que siguen vivos, y esas cosas que no remedian nada, que no te alivian ni un poquito del dolor. Creo que ... Necesito a alguien que no me tenga lástima, ¿sabés? Aunque todo siga doliendo igual como si hubiese sido ayer, no necesito que alguien me tenga lástima, sino que me trate normal, que me haga ver que la vida sigue a pesar de todo sin importar nada, aunque sea fingiendo... no sé... 
- Está bien... creo que te entiendo. Necesitás despejarte y olvidarte de todo un rato, eso ¿no? - y ella asintió con la cabeza mientras miraba el suelo - No sé si está bien lo que te voy a decir - a él se le escapó una risita irónica - pero... a mí me da paz fumar. ¿Querés?

Le preguntó él, sacando un atado de cigarrillos del bolsillo de su campera y agarrando uno, llevandoselo a la boca para fumarlo él. Ella lo miró dudosa, pero agarró uno y empezó a fumar. Y sintió que ese humo, le llenaba los pulmones, sentía que por fin algo se llenaba dentro de sí...
Sacó su celular de su cartera de mano dorada y puso música. Él no decía nada, por miedo de decir una pelotudez. Sonaba Otra noche más de la beri, y ella cantó un pedacito, "tu ausencia me golpeó, no hay un día que no te llore, mi amor... hablan a mis espaldas, que yo me fui con vos. Sé que estoy muerto en vida, mi amor..." mientras su cabeza estaba apoyada en la puerta mirando hacia arriba con los ojos empañados.
Él la miró de reojo, y sentía que se le encogía el corazón de culpa otra vez. Y notó los rasgos de ella, su pelo negro lacio, sus ojos verdes bien oscuros, su nariz como si fuera producto de una perfecta cirugía plástica, su rímel corrido por sus mejillas... hasta llorando, se dio cuenta que era linda.

Ella largó el humo por su boca y lanzó una risita.
- Sos un reverendo idiota.- le dijo ella.
- ... perdoname, no sé qué más decir...

Se quedó un buen tiempo callada, seguía mirando el cielo. Después de un rato, se paró, lo miró, se sacó las lágrimas ya secas de sus mejillas con sus manos.
- Yo me voy. Ya está saliendo el sol.
- Te acompaño. Te llevo si querés.
- No. Prefiero irme caminando, me gusta caminar sola. Y mejor a esta hora, que todavía nadie está despierto y parece que no hay nadie. Sólo dame otro cigarrillo, querés. - él se lo dio - Chau. - volteó y emprendió su camino hacia la casa de sus abuelos, su actual casa.

Él no le insistió ni la siguió. Pensó que era mejor darle su espacio, después de todo, ella no quería que nadie se preocupe demasiado...
Pasaron los meses y lo único que pasaba era una sonrisa de él como gesto de saludo al cruzarla en el patio del colegio, ya que él hacía un curso ahí en su antiguo colegio  de noche que funcionaba como facultad, y se cruzaban los días que ella tenía séptima, pero ella lo ignoraba como si no lo hubiese visto, como si no existiera. 
Para el día del amigo, ellos salieron, por separado obviamente, pero para sorpresa de él, ella lo saluda en el boliche al cruzarselo.
- Hooola! Todo bien?
- Si! Y vos? Estás bien?
- Sí sí... tenes cigarrillos, no? - le sonríe cómplicemente.
-  Sí bella, tomá. - él ríe suavemente y cuando ella le devuelve el atado...- Nah, dejatelo, después me compartís vos a mí, y para la próxima comprate! - los dos rieron.
- Hecho!


Una hora antes de que la movida en el boliche cesara, él va a la pista de electro y la ve a ella sentada en un sillón sola mientras sus amigas bailaban enfrente pero más lejos. Se sienta al lado de ella.

- Hey!
- Me guardaste un cigarrillo, no?
- Obvio! - ríe - Mira, justo quedaron dos.

Y agarraron uno cada uno. Charlaron de boludeces, rieron, parecía que ella la estaba pasando bien, sin dolor en el alma. En un momento, ella le empezó a hablar del viaje de egresados, él la escuchaba atento, y sin darse cuenta, se perdió mirandola, no escuchaba lo que decía, sólo miraba esa boca, esos dientes perfectos, esa sonrisa tan hermosa. Y la besó...
- Hey, boludo!!!- lo alejó riendose.
- Perdón, perdón... - rió también él un poco avergonzado.

Cambiaron de tema enseguida, sin darle importancia a lo sucedido.

Empezaron a hablar por whatsapp, por él, él le hablaba. No siempre, una vez por semana, o cada dos.
En agosto hubo una megafiesta de disfraces a la que todos acudieron. Esa noche quedaron un rato hablando, sobre la vida, el cole, la facu... Pero un idiota, otro más, como aquella noche de julio de hacía un año, interrumpió su charla.

- Che, por qué no te disfrazaste de huérfana? Como la de la peli - hechandose a reir.
- Podes ser más ignorante? Enfermo de mierda que sos, flaco. - le respondió ella seguido de morderse el labio inferior de impotencia con los ojos llorosos y yendose de la joda.

Resulta que ese idiota, era amigo de él, de su barra. Él por un momento se vio reflejado en su amigo y su estúpida actitud y comentario, como había ocurrido esa vez en el bar. Se dejó llevar y le dio una trompada. Empezaron a pelear hasta que los guardaespaldas los separaron y los echaron. Una vez en la calle, él fue hasta su moto estacionada y partió hacia donde suponía que podría estar ella.

Y allí estaba una vez más, ella sentada en la puerta de su antigua casa, llorando, pero esta vez a sollozos que se escuchaban, y empapada por la lluvia que empezaba a caer.
Se bajó de la moto, se acercó, la levantó y la abrazó fuertemente. Ella se tapaba la cara con las manos, hasta que lo empujó...
- Salí, sos un idiota igual que ese! No sé por qué te hablo, salí de acá!
- Perdoname boluda! Cuántas veces te lo tengo que decir? Me arrepiento de en serio, ya no sé qué hacer. Ojalá pudiera sacarte todo ese dolor y que fuera mío!
- Sos un idiota!!! - él la abrazó nuevamente, mientras ella lloraba y trataba de alejarlo.- Sos un tarado de mierda boludo...- seguía llorando, pero no con bronca, sino con tristeza, y debilitada, cansada de todo.

En un momento, él ve una gota de sangre sobre el hombro de ella manchando su vestido coral pastel, y otra gota más, por lo que la suelta con un brazo mientras la sigue agarrando con el otro, y se toca cerca de la ceja, donde tenía cortado, por la piña devuelta de su amigo. Ella lo mira

- Ay, estás sangrando!
- Sí, le pegué...
- Pero es tu amigo!
- No, ya no es mi amigo, a él le falta madurar. No soy amigo de idiotas que se mandan grandes cagadas...
- Vos fuiste uno.
- Pero me arrepentí apenas a los días y ahí supe que fui una mierda. Y volvería a sacarte la misma cantidad de sonrisas por las lágrimas que lloraste por mi culpa, o por cualquier pelotudo.

Ella sabía que no mentía, que realmente se arrepentía, lo podía sentir...

- Te odio boludo - le dijo llorando con una mezcla de alegría y mordiendose los labios como si en vez de odio, le hubiese dicho que lo quería.
Él le agarró la nuca, y le empezó a hacer el famoso piquito de loro, dandole besos en la mejilla hasta terminar en su boca.


Empezaron a hablarse seguido, sin tocar el tema, él alguna que otra vez le tiraba indirectas y ella se las respondía. Comenzaron a juntarse, a verse, pero muy pocas veces se besaban, eran como muy grandes amigos, él hacía lo que sea por despejarla y hacerla reír, aunque ambos sabían que siempre había algo más, que no eran simples amigos.


Para la fecha de su graduación, él estuvo en su mesa junto sus abuelos, el tío, la tía y los cuatro primos. Esa fue la ocasión en la que quedaron como algo concreto, nunca le había pedido de ser la novia porque ya estaba claro que lo eran.
Verla entrar al salón fue lo mejor que vio en su vida. Estaba realmente hermosa, y la palabra hermosa le quedaba muy chico. Se llenó de orgullo al ver esa chica capaz de juntar sus piezas, de tener los pedazos rotos hechos un corazón nuevamente, de verla sonreír, de verla feliz, orgulloso al pensar que no se dejó derrumbar fácilmente y que podría haberse dejado influenciar por sus problemas y sin embargo tenía una de las mejores calificaciones en el colegio. 
Una vez más, él se había dado cuenta que esa belleza era una gran persona con la que quería pasar toda su vida, y no por lástima, sino porque llegó a conocerla y amaba su personalidad y su fuerza para mantenerse de pie.

Esa noche, después de la gran fiesta y pasarla bomba, llena de recuerdos inolvidables con su curso, se fueron juntos a la casa de él. Ella tuvo su primera vez, y fue totalmente hermoso, se sentía preparada, no tenía miedo, sabía que él la quería y la cuidaría. Y él fue lo más dulce, tierno y suave del mundo, la llenó de caricias, besos y no dejaba de decirle lo mucho que la quería, lo importante que era, al terminar de hacer el amor.
Al otro día, ella se despierta sola en su cama, con una carta arriba de la pc y una rosa. "Ponele play al equipo". Y Enloquecer de la beri, inundaba la habitación con las hermosas frases. Bajó las escaleras y él le estaba preparando el desayuno.

Se hicieron inseparables, la pasaban muy bien juntos, más que una pareja, eran mejores amigos, y se querían profundamente.


Con ella, aprendió que es imposible ponerse en los zapatos de la otra persona, pero puede suponerse el lugar y asemejar lo que vive, y que siempre es necesario ponerse en el lugar del otro antes de juzgar o meter la pata, porque nunca se sabe el daño que le haces a la otra persona hasta que se lo haces y la ves destrozada o hasta que te pasa. Y que no le importaba haber perdido a sus amigos por haberse peleado con ese idiota esa noche. Porque ni la junta de todos los idiotas del mundo valen lo que ella vale.




Hasta el día de hoy, después de tres años juntos, sigo sintiendo una terrible culpa al escucharla por ciertas noches, llorar por sus viejos. Y sigo arrepintiendome por esa noche en el bar, aunque quizá nunca habría conocido a esta increíble, ya mujer ... Y todavía la sigo cuidando, haciendola reír y queriendola como nadie. Ojalá algún día pudiera darme sus zapatos y quitarle todo su dolor...